Friedrich Nietzsche y las relaciones entre los individuos

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Friedrich Nietzsche, filósofo y filólogo alemán (1844 – 1900), estudioso de las tragedias griegas, en su etapa de juventud determinó que el ejercicio de la libertad humana forma parte de la estructura del mundo y de la sociedad, concluyendo que nuestras acciones y omisiones modifican el mundo, en contra de la visión mecanicista de Newton, y de su entramado de relaciones causa/efecto, asumidas por Kant y Schopenhauer.  

Desde pequeño, Friedrich Nietzsche fue muy estudioso y con un profundo sentido artístico. Esto le permitió ser admitido en la reconocida Schulpforta, donde continuó sus estudios desde 1858 hasta 1864. En dicha institución recibió una importante educación literaria, especializada en los textos clásicos griegos y romanos.

En 1865 se familiarizó con la obra de Arthur Schopenhauer (su mayor influencia y a quien consideró como un maestro), lo que lo estimuló a adentrarse en la filosofía. Tras estudiar filología clásica en las universidades de Bonn y Leipzig, en 1869 fue nombrado profesor de filología griega en la Universidad de Basilea sin siquiera haberse titulado, siendo así el profesor más joven de la institución.

Sus ideas

Es el filósofo alemán del siglo XIX más leído por personas no relacionadas con el mundo de la filosofía.

Representó una verdadera revolución en el mundo de las ideas, ya que llevó a cabo una exhaustiva crítica de la cultura y de la religión occidentales a partir del estudio de la genealogía de ambas, es decir, de la formación a lo largo de la historia de los conceptos, creencias y valores que son la base de las mismas.

La amistad

La amistad es un valor humano muy apreciado por Nietzsche, igual que sucedía en los filósofos de la Grecia y Roma. En esta máxima se condensan la sana alegría que proporciona la amistad, el crecimiento conjunto, el apoyo mutuo, el respeto y consideración recíprocos, la rectitud que se logra siendo un verdadero amigo:

“Amigos, nos alegramos los unos a los otros como de plantas frescas de la Naturaleza y nos tenemos consideraciones mutuas: así vamos creciendo como árboles, unos al lado de los otros y, justo por ello, rectos y derechos, pues nos ayudamos recíprocamente a subir”. (Fragmentos póstumos, página 9).

Pensó que respetar la privacidad de los amigos y conocidos era una cualidad necesaria para una sana convivencia humana.

“Pocas personas habrá que, si están apuradas por falta de conversación, no revelen los asuntos más secretos de sus amigos”. (Humano, demasiado humano, vol. I, pág. 327).

No solo la lealtad, el respeto a la intimidad, el saber guardar secretos que se conocen, sino también el reconocer y apreciar las cualidades ajenas se muestran como condiciones necesarias para que surja una buena amistad.

La carencia de amigos permite deducir la existencia de envidia o de petulancia. No pocos deben sus amigos a la feliz circunstancia de no dar ocasión para la envidia” (Humano, demasiado humano, vol. I, pág. 559).

Os animamos a leer su obra y, en especial, Humano, demasiado humano. Un libro para pensadores libres, en el que ensaya por primera vez el uso de aforismos. Dedica los primeros capítulos a la religión, la moral, la filosofía, el arte y la cultura de la época y los siguientes a las relaciones entre los individuos y a las características del mundo femenino.