Familia y escuela, los pilares del aprendizaje de la convivencia positiva

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La convivencia no surge de manera espontánea: se aprende. Desde los primeros años de vida, los niños necesitan espacios donde puedan descubrir qué significa respetar a los demás, compartir, desarrollar normas junto al profesorado y familia, entender que es una norma y para qué. En este camino, la familia y la escuela se convierten en los dos pilares fundamentales que acompañan al niño en su desarrollo personal y social.

En este momento en que los niños vuelven a las aulas, después de un largo periodo vacacional, nos parece importante hacer esta reflexión con el afán de contribuir a mejorar la convivencia en estos ámbitos.

“Todo ser humano constituye una unidad psicológica en la que todos sus actos, pensamientos, emociones y conductas, conscientes e inconscientes, van dirigidas hacia un fin: obtener sentido de pertenencia y significado” Alfred Adler

Uno de los siete principios de la psicología individual de Adler es el “Estilo de vida”: “El estilo de vida de una persona es el patrón único de pensamientos, sentimientos y comportamientos que define su forma de enfrentar los desafíos de la vida. Adler creía que el estilo de vida se desarrolla en la infancia y tiene un impacto duradero en la personalidad”.

Puedes ampliar en nuestra entrada de blog “Beneficios de la Disciplina Positiva de Alfred Adler para la Convivencia”

La familia: primera escuela de vida

La familia es el primer lugar donde el niño aprende a convivir. En el hogar descubre lo que significa esperar su turno, respetar a los demás, seguir unas rutinas y aceptar límites. Los padres y madres son los modelos más cercanos: su manera de hablar, de resolver desacuerdos y de relacionarse marca profundamente la forma en que los hijos entienden la convivencia.
Cuando la familia transmite valores de respeto, escucha y responsabilidad, está sentando las bases para que los niños aprendan a relacionarse de forma sana con otras personas fuera del hogar. Las rutinas familiares, los acuerdos, son oportunidades para enseñar valores. Cuando los adultos establecen límites claros, pero a la vez escuchan y conversan entre ellos con respeto están mostrando a los niños que la convivencia se construye con respeto y con amor hacia ellos mismos y hacia los demás.

La escuela: convivencia en comunidad

La escuela representa el segundo gran espacio de aprendizaje de la convivencia. Allí, los niños se encuentran con compañeros de diferentes orígenes, culturas y formas de pensar, descubren que no todos piensan igual. Este entorno social más amplio les enseña que la convivencia implica aceptar la diversidad, colaborar en proyectos comunes y cumplir normas que permiten a todos disfrutar de un ambiente de respeto.
En la escuela se refuerzan valores como el respeto al otro/a, la colaboración, la empatía, el amor al prójimo, a través de actividades de grupo, planes de convivencia y la participación democrática en la vida escolar.

La convivencia escolar es la comunicación no violenta -Marshall Rosemberg: “es aprender a colaborar en grupo, a valorar las diferencias y a asumir responsabilidades colectivas”-. Los planes de convivencia, las tutorías y las actividades en equipo son herramientas que ayudan a crear un clima escolar positivo.

Una escuela que trabaja la convivencia “positiva” de manera activa favorece el bienestar emocional y la construcción de ciudadanía democrática. “La comunicación no violenta (Rosenberg, Gandhi): compasión que aflora naturalmente en los seres humanos cuando renunciamos a la violencia “

Un aprendizaje compartido de la convivencia

La familia y la escuela no son escenarios aislados, sino espacios que se complementan en la formación del niño como persona y ciudadano. La escuela no puede desligarse de la familia, primera institución socializadora, y necesita su implicación para garantizar el éxito de los planes de convivencia. En este contexto, la comunicación entre ambas instituciones es clave sobre todo para desarrollar conjuntamente la Comunicación no Violenta durante todo el curso.

Cuando las familias participan en la vida escolar, cuando los docentes reconocen el valor de la educación en casa y cuando hay comunicación fluida entre ambos, los niños se sienten respaldados y crecen en un entorno coherente. En cambio, cuando la familia se siente ajena a la vida del centro o la escuela no reconoce el valor del entorno familiar, aparecen vacíos que dificultan la transmisión coherente de valores y hace imposible que aparezca la Convivencia no Violenta.

Por ello, promover la convivencia no es tarea exclusiva de uno u otro espacio, sino un esfuerzo compartido.

Dos interesantes estudios

En cuanto a la implicación real de las familias y los centros educativos os dejamos las conclusiones de dos estudios, uno realizado sen el l CEIP Fray Bartolomé de las Casas, en Sevilla (1), un colegio situado en un barrio de exclusión social con altos niveles de desempleo, familias desestructuradas y alumnado en riesgo de fracaso escolar que concluye

En familias:

  • Solo el 30 % conoce las normas de convivencia del centro, aunque el 100 % comparte normas en casa.
  • El 20 % participa en el Plan de Convivencia o en el AMPA, siendo todas mujeres.
  • El 50 % se siente parte de la vida del centro, mientras el otro 50 % no.
  • El 80 % se siente informado/a y satisfecho/a con la labor del colegio.

En docentes (según lo que se menciona en el trabajo):

  • Reconocen la importancia de la participación familiar, pero destacan la baja implicación real de las familias.
  • Señalan que las dificultades socioeconómicas y culturales del entorno limitan esa participación.
  • Aun así, valoran positivamente el impacto del Plan de Convivencia en la reducción de conflictos y en la mejora del clima escolar.

Y, otro estudio realizado por la revista Mediación (2) que concluye:

Problemas identificados en la relación escuela-familia

  1. Contacto limitado, burocrático y normalmente reactivo (solo ante problemas).
  2. Dificultades para lograr la participación activa de las familias (37,3 % de jefes de estudios identifican su falta de implicación como un problema grave).
  3. Persistencia de problemas que abarcan lo familiar y lo escolar.

Por tanto, parece que todavía hay camino que recorrer en cuanto a la implicación de ambos ámbitos, familia y escuela, para trabajar en conjunto y lograr el objetivo común de la formación de los niños y adolescentes en la convivencia no violenta, convivencia positiva.

¿Por qué es tan importante?

Porque el aprendizaje de la convivencia es la base para una vida plena en sociedad -no se trata solo de evitar conflictos- preparando a los niños y niñas para vivir en sociedad. Un niño que ha experimentado en su familia y en su escuela el valor del respeto y de las normas compartidas, crecerá con herramientas para resolver comunicarse sin violencia -convivencia positiva- y para participar activamente en la construcción de un mundo más justo y pacífico -desde nuestra perspectiva se necesitarían 30/50 años para conseguirlo siempre si toda la sociedad decidiera elegir este camino

Referencias:

  • Vivir la comunicación no violenta, Rosenberg Marshall B.
  • https://anpe.es/notices/19656/La-importancia-de-la-colaboraci%C3%B3n-entre-padres-y-escuela-para-conseguir-el-%C3%A9xito-educativo.