No podemos despreciar el poder de nuestros juicios de cara a la convivencia con nuestro entorno. Todos juzgamos. Es parte de nuestro pensamiento cotidiano. Pero hay algo crucial que a veces olvidamos: los juicios pueden ser destructivos o amigables. Y en la convivencia, esta diferencia marca el rumbo de nuestras relaciones.
Piensa en esto:
¿Quieres dañar al otro con el que te vas a encontrar?
Hay una forma muy efectiva:
No le dejes ni abrir la boca ni hacer ningún gesto. Desde el inicio, utiliza un lenguaje irrespetuoso, de principio a fin.
Funcionará si lo que buscas es romper el vínculo.
Pero si lo que quieres es otra cosa…
Quieres mantener una relación sana
Si quieres mantener la relación, si algo dentro de ti valora lo compartido o desea una nueva oportunidad para convivir mejor, entonces toca elegir con conciencia.
¿Qué puedes hacer?
Aquí te dejamos algunas opciones. Elige tres (o todas), si lo que deseas es construir:
- Escuchar: sin interrumpir, sin preparar la respuesta. Solo escuchar.
- Conversar sobre lo que te pasa cuando estáis juntos: desde tu experiencia, no desde la culpa del otro.
- Respetar su punto de vista: aunque no lo compartas, aunque te incomode.
- Marcharte porque no puedes soportar su presencia: sí, también es válido si lo haces desde el respeto, no desde el ataque.
- Usar un lenguaje que respete y te respete: no es solo por el otro, es por ti también.
- Insultar: Opción que siempre está disponible… pero, ¿realmente ayuda?
Recuerda el poder de nuestros juicios:
La próxima vez que sientas que el juicio te toma por dentro, pregúntate:
¿Quiero dañar o quiero construir?
Cada palabra que eliges, cada gesto que haces, habla de esa decisión. Y en la convivencia, eso lo cambia todo.